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El libro de William Crawford publicado en
El libro de William Crawford publicado en 1944, traducido en 1966, y las obras de Leopoldo Zea de 1949 y de 1965, aunque de muy distinto carácter y alcance, suscitaron primero un artículo de Oscar Kubitz en 1960, después un ensayo de Salomon Lipp en 1975, y, finalmente, otro artículo de frank Spindler en 1980. Este último tiene la particular relevancia de haber seguido de cerca la relación de Bilbao y Lamennais y, pese ambroxol hydrochloride que en ocasiones desacierta, llamó la atención sobre una carta de Lamennais dirigida a Bilbao y su respuesta, acerca de la referencia en ellas al manifiesto del comité Latino de París y sobre la proposición de unificación de las naciones latinas. Las contribuciones de Louis Miard en 1982 respecto a las influencias de Lamennais, Quinet y Michelet a mediados del siglo en América Latina a través de Bilbao permitieron abrir, sin embargo, un capítulo distinto a la cuestión del nombre. Estas relaciones discipulares de Bilbao las tiene en cuenta Miguel Rojas Mix en un trabajo suyo de 1986: “¿Quién fue el primero en hablar de América latina? ¿Bilbao o torres caicedo? ¿Quién lo escuchó de quién? o ¿A quién se lo escucharon ambos?”. A esas influencias no les asigna empero una relevancia gravitacional. En medio del tráfico de las significaciones de la latinidad de entonces, según otro trabajo suyo de 1991, la expresión “la América latina” encontraría en Bilbao un alcance de sentido singular, y significativamente se hallaría en él tanto su primer empleo como su abandono posterior. Bilbao instala el nombre con motivo de la Intervención norteamericana en nicaragua en 1856 y, después, deja de emplearlo con motivo de la Intervención francesa en México en 1862. Rojas Mix sugiere en ello una influencia de (1862) de Edgar Quinet. Pero entonces su uso, para Rojas Mix, en contra de la tesis de Ardao, no es un uso simplemente esporádico o meramente ocasional. El desembarco de las tropas francesas en México y la crítica al panlatinismo por Quinet opera, sin duda alguna, un efecto en esa decisión: “cuando lo abandona es porque ve que sirve para legitimar el colonialismo francés”, dice Rojas Mix. En Bilbao, el nombre tendría una significación propia, y sería la misma que perduraría hasta hoy, a saber, una significación decisivamente antiimperialista, y por eso a Bilbao se debería “el hallazgo de América Latina” y “la fundación del término en que hoy reconocemos nuestra identidad”. El Post-dictum de la aparece fechado el 24 de junio. La conferencia había sido leída “el día 22 de junio de 1856, en París, en presencia de treinta y tantos ciudadanos pertenecientes a casi todas las Repúblicas del Sur”, en el contexto de una reunión en protesta por la Intervención norteamericana. Rojas Mix especula sobre la asistencia, ciertamente probable, de Torres Caicedo a la conferencia de Bilbao, y sobre una posible influencia ejercida por Bilbao sobre el poema de Torres Caicedo que es tres meses posterior. “Hasta donde Direct repeat podido seguir su pista, el primero en emplear el apelativo fue el chileno Bilbao”, concluye Rojas Mix y “le siguió el colombiano torres caicedo”. Frente a la recomendación de la Real Academia Española en 1992 en el sentido de “la reinstalación en la nomenclatura oficial de los términos Hispanoamérica e hispanoamericano”, “o los de Iberoamérica e iberoamericanos, siempre que se quiera aludir también a los hermanos brasileños”, y “se abandonen las voces ajenas y equívocas de Latinoamérica y latinoamericano”, Paul Estrade identifica en 1994 el motivo de la recomendación académica en la tesis de Phelan y convoca en su favor las investigaciones de Ardao y de Rojas Mix: Estrade volvió al asunto en 1998. Esta vez para inclinarse, pensando en la consolidación del nombre, por la figuración de Torres Caicedo: “el más consecuente promotor de la nomenclatura América Latina”, dice. También en 1998, Mónica Quijada abordó la cuestión por el lado del éxito y de la difusión del nombre “América Latina”, con el propósito, dice, de “devolver el papel protagónico a los principales actores de ese proceso”, oponiéndose así a la tesis que ella misma llama imperialista de Phelan. desde esta perspectiva, la instalación y la consolidación del nombre respondería, en parte, al interés de esos actores por inscribirse en el proceso de modernización occidental decimonónico, y respondería, en parte, pero sobre todo, al interés de constituirse como un conglomerado geopolítico suficiente para hacer frente a los expansionismos norteamericano y europeo sobre América del Sur. con esta clave de lectura, Quijada resitúa la figuración de Torres Caicedo en la línea de Ardao y pasa casi por alto el rol de Bilbao que había destacado antes Rojas Mix.