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  • En realidad el texto con el que Granada concluye

    2019-04-18

    En realidad el texto, con el que Granada concluye su Introducción al Símbolo de la Fé, consta de diez capítulos en los que se insiste en no explicar glucagon receptor los que quieran convertirse de manera inmediata “los misterios del cristianismo, porque no creen aún, sino que hay que llevarlos por la vía de la racionalidad a demostrarles que hay un Dios sobre todas las cosas”. Los grandes dogmas del cristianismo se expondrán más tarde, cuando ya se esté en posesión de una fe asentada. La propuesta emana de Trento y es acorde con los consejos sinodales en esta materia, pero lo interesante es que el “Proemio” del Tercero Catecismo consigna asimismo una catequesis por grados de complejidad, lo quedemuestra en este punto concreto la difusión y empleo del tratado de Granada en el Nuevo Mundo. Toda esta precaución catequética obligará a utilizar, como vías especialmente pedagógicas, la amplificatio y la evidencia; esto es, la presentación de casos y situaciones ejemplares que hagan más asequible los puntos abstrusos de la doctrina. Si los jesuitas abusaron de esos componentes, de nuevo las recomendaciones tridentinas refrendarían su empleo y los púlpitos de las parroquias de indios escucharán la mayor variedad de eso que Manuel Pérez llamará “cuentos del predicador” indiano. Asistimos entonces al despliegue de toda una oratoria, antes que demostrativa, de mostración y evidencias, un discurso de situaciones aleccionadoras y de exempla contundentes que vuelve plásticos y visibles los secretos no abordables del catecismo cristiano. Asistimos igualmente a esta imposición de prudencia en la exposición de los mismos a mentalidades pueriles que se pudieran ver sobrepasadas por sus enigmas.
    IV. Por tanto, en esta alteración de la oratoria clásica al servicio de la predicación a los infieles radica el cambio rotundo que introduce, según Jean Luc Nancy, el cristianismo, en cuanto conjunto de verdades que se imponen por encima de su discurso, en cuanto plenitud de figuras o imágenes demostradas en la mismidad de su presencia. La forma retórica de dicho cambio viene marcada por la parábola que, lejos de implicar la simplicidad argumental, encierra una alta ingeniería persuasiva, al ser la expresión por antonomasia, ratificada, en primer lugar, por su mesías; una manera preclara, por consiguiente, de la doctrina misma que a Micrococcal nuclease través suyo va a proponerse. Además, en segundo lugar y por su sistema implícito de exposición, en ella viene a articularse una vía de verdad que se certifica al representarse, sin aditamentos lógicos añadidos. Cuando se le pide a Jesús que explique su preferencia por las parábolas, él especifica que en realidad éstas están destinadas a aquellos a quienes no es dado conocer los enigmas del reino de los cielos, es decir, aquellos que “miran sin ver y escuchan sin oír”. Después de esa afirmación, podríamos pensar que la parábola se define como la mejor glucagon receptor y más oportuna vía pedagógica para el aprendizaje de los no instruidos. Al menos así se entiende en la retórica religiosa del xvii: un procedimiento básico para la declaración de los principios más oscuros y difíciles a los iletrados. Sin embargo, Jean Luc Nancy sospecha que en ella se encierra algo menos dispuesto que un recurso escolar y que no procede como una pedagogía de la figuración (de la alegoría o de la ilustración), sino todo lo contrario, como el rechazo o negación de toda pedagogía. Vendría a ser una imagen que alcanza su sentido de expresión y para cuya captación no habría procedimiento ni escala aprendida sino el hecho fáctico de lo que se impone a través de su sola literalidad. De otro modo expresado: no hay más allá en la fábula de la viña o del hijo pródigo, sino un relato que alcanza significación de la relación misma. Insistamos: una parábola no se niega ni argumenta, tampoco se contradice o se pone en duda; es un relato dramáticamente directo que no tiene ni contraparte ni continuidad ni retórica, y se dirige a aquellos que ya la esperaban o se hace entender por los que ya lo entienden. Es el lugar donde lo revelable y lo revelado coinciden en la forma de la revelación, en la cecité de un aquí mostrado.