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  • Esta lucha por mostrar a la mujer

    2019-04-29

    Esta lucha por mostrar SCH727965 la mujer como otro guerrillero quedó plasmada en esta serie fotográfica. Dos retratos fueron desplegados en plana completa y en ambos su rostro fue editado con un antifaz negro. En entrevista, el excomandante relata lo siguiente: “pedimos que a ella no se le publicara su foto, su cara porque era un personaje muy conocido, hija de un militar, reina de belleza y tenía hermanas que estaban militando en la organización que podían ser ubicadas a través de ella y perjudicaría a toda la familia”. La edición resalta la expresividad de su rostro y su franca sonrisa demuestra que Rosa María aceptó sin reparo ser fotografiada, posando para Moya con una Thompson, que según recuerda Montes, “le gustaba mucho, pero no era su arma ya que pesaba aun para un hombre fuerte”. Su rostro amable se revela en el negativo sin edición que se encuentra en el afrm. La sonrisa que se destacó en las páginas de Sucesos para todos armoniza con el gesto jovial de la guerrillera. Montes recuerda que Rosa María era una persona “fuerte a la vez sensible y delicada, reservada, siempre sonriente aun en los momentos de peligro, una persona que se hizo sentir y ganar espacio con su firmeza”. (Imagen 1). La presencia de Rosa María en la sierra produjo dos reacciones opuestas entre el fotógrafo y el periodista. Estas reacciones se vieron reflejadas en el discurso visual y el escrito, siendo el primero quien buscó realzar su presencia en la guerrilla como un combatiente común, dejando de lado la cuestión de género. El discurso visual es claro, el ángulo en contrapicada engrandece su figura que armoniza con el contexto natural, el complemento lo da el arma que alista para el combate. El campo visual es ocupado casi en su totalidad por la joven, que evidentemente está posando, esto no le resta naturalidad y le imprime cierta intimidad, particularmente por la sonrisa apenas dibujada de Rosa María. La única edición de la fotografía se encuentra en el antifaz negro, por lo demás fue publicada intacta en plana completa y sin pie de foto. (Imágenes 2 y 3). Éste es uno de los aciertos destacables que el discurso editorial tuvo con el trabajo de Moya; si bien es cierto que Menéndez limitó la presencia de Rosa María en el grupo guerrillero, las dos imágenes que se publicaron de ella fueron desplegadas en más de plana y media y sin edición, sólo la máscara mencionada. Esto último es importante mencionarlo ya que Mario Menéndez mantuvo el anonimato requerido para la protección de la joven. Sin embargo, para Menéndez, Rosa María era “una muchacha capitalina de estatura baja y excelente cocinera […] de gran ayuda para los insurgentes, no sólo por su capacidad y destreza en la lucha, sino también por sus rápidas intervenciones para resolver problemas urgentes que se relacionan con la ropa, primeros auxilios, etc.” La limitada visión de Menéndez frente al rol femenino restringió la figura de Rosa María en el reportaje. El director de la revista prefirió el recurso fácil y colocó a anaerobic la guerrillera en el tradicional papel de ama de casa, dejando de lado su lugar en el grupo. El comandante del fgei rescata su papel afirmando lo siguiente. La propia Mirna Paiz rescata en sus memorias cuál fue su papel en la guerrilla, dejando claro que si bien en algunas ocasiones tuvo a su cargo la administración y distribución de medicinas, su labor no era ser costurera. La decisión editorial de cubrir su rostro e incluso excluirla del único retrato donde aparece al lado de César Montes, tiene varias lecturas. Si partimos del discurso editorial manejado en el reportaje interpretamos que tal decisión se debió más a minimizar el papel de Rosa María dentro de la guerrilla que a mantener su anonimato. Montes reflexiona sobre ambos discursos y señala que “Rodrigo fotografió a Rosa María con su arma en la mano, en la marcha con su mochila, el sí percibió la importancia de ella en la guerrilla, en cambio Menéndez no le dio el debido valor e importancia; en el texto de Menéndez, Rosa María queda reducida a zurcidora de pantalones y servidora de comida”. La secuencia fotográfica presentada y los textos publicados despiertan varias interrogantes. La primera es sobre quiénes pueden ser fotografiados y quiénes no; respecto a esto el excomandante sostiene que “todo guerrillero que bajaba y subía no podía fotografiarse […] de los permanentes que tenían la posibilidad de ser reconocidos fácilmente y afectar a su familia como Rosa María, tampoco […]. Los demás, como Turcios Lima o César Montes, que según nosotros el enemigo ya tenía conocimiento de quienes éramos, e incluso habían fotos publicadas, pues se aceptó.” Resulta incongruente la existencia de esas fotografías. En primer lugar, Rosa María no hubiera permitido ser fotografiada, pero posó para Moya; en segundo lugar, Montes fue testigo de estas tomas y ni él ni el grupo pusieron objeción, confiando en que “editarían las fotos y no publicarían su rostro para prevenir represalias familiares”, argumento inocente viniendo de un grupo armado que conoce los mecanismos de inteligencia del enemigo. Moya plantea que “no supe o no recuerdo que sus imágenes fueran reservadas. Allí estaba César Montes cuando lo fotografié y no me advirtió nada al respecto. Mario Menéndez tampoco dijo nada cuando le entregué en México las fotografías donde aparecía ella”. Bajo la lógica editorial implementada por el director de la revista, la imagen de Rosa María representaba el gancho perfecto para el reportaje que Menéndez construyó alrededor de la guerrilla.